domingo, 26 de junio de 2011

El descanso del guerrero...

 

Manolete, álbum inédito (XXII)

Colección particular de Pepe Bejarano

¿Qué está leyendo Manolete? Sabemos hoy que era un gran lector e incluso dejó por ahí algunos textos, pues era una persona con tremenda curiosidad por la cultura. Leía libros de historia y, sobre todo, novelas, muchas novelas. Uno de sus escritores favoritos era el austríaco Stefan Sweig. Ahí le vemos tumbado en una hamaca y con los pies en alto sobre un silla de enea. Más tranquilidad para seguir las líneas de un texto es imposible conjuntar. A su izquierda la escena costumbrista, el perro que hace de guardés de la finca parace que le ha hincado un colmillo a una garrapata. Y sobre su cabeza, la imagen, eso parece, de la virgen de la Paloma.
¿Dónde se desarrolla esta imagen inédita de Manolete? Nos debemos situar en el verano de 1946, en una finca próxima a la localidad de Fuentelaencina, Guadalajara. Allí se fue a descansar junto a Lupe Sino y, de paso, se apuntaron su hermana Luchy Bronchalo y su novio, Juan Padilla. Este señor, hoy anónimo para nostros, era en la década de los cuarenta un floreciente empresario, pues poseía una importante cadena de perfumerías de la capital de España.
¿Qué hacía Manolete recluído en la finca? Juega a las cartas, al dominó, al fútbol con los niños en el pueblo, tomar chatos de vino a la sombra de una parra, ir de cacería con los vecinos, en fin, lo normal en unas vacaciones, sestear un poco. En esa finca se llevó buena parte de ese año, así como el verano de 1947. Guardaba su flamante Hispano Suiza en un corralón del farmacéutico del pueblo y amigo suyo, Adrián Ayala Plaza. Y si la calor apretaba, solía bañarse en la finca en una poza de agua clara o un manantial del río Valdefuentes.
¿Quién hizo tan bella fotografía? Pues aparece firmada por Lara, uno de los habituales. ¿Invitado de excepción? No sabemos si es, en terminolgía actual, un posado o una captura del diestro al natural. Hay un aspecto que parece invitarnos a pensar que no hay mucho espacio a la improvisación. Fíjense en la ropa que lleva el torero. Va hecho un pincel, como casi siempre. Texto: Fernando Martínez

miércoles, 22 de junio de 2011

Empaque taurino...

Manolete, álbum inédito (XXI)

Colección particular de Pepe Bejarano

Tiene nuestro protagonista una fuerza en su rostro que nos indica que es joven y está lleno de fuerza. Y no es extraña esa sensación, pues ha tomado recientemente la alternativa en Sevilla y se presenta ahora en la Monumental —curiosidades de la historia—, ya que es un coso de enorme responsabilidad y el matador que quiere conseguir algo en la Fiesta debe triunfar en la ciudad Condal. Ver para creer, ya no se van a anunciar corridas de toros en ese mismo coso.
Manolete se viste con un traje oscuro algo serio para su edad y se cita con la prensa. Allí está el objetivo de Francisco Sebastián, un fotógrafo habitual de la época. Se atisba una escalera monumental, tal vez han elegido un palacio. El diestro cruza los brazos, apenas esboza una mueca que se nos antoja una leve sonrisa. Hay un detalle que nos llama la atención, los pantalones le quedan un pelín cortos. 
La corrida llegó el primero de octubre de 1939. Alternó en el cartel con Manuel Jiménez Chicuelo, Curro Caro y Juanito Belmonte; y los toros estaban marcados con el hierro de Atanasio. Manolete cortó 2 orejas y rabo. Perdonemos al torero el año en el que se hizo la fotografía, la guerra acababa de terminar, y se comprende que todavía los trajes no sean los de los años cuarenta. Todo se andará. Texto: Fernando Martínez

domingo, 19 de junio de 2011

La espera...

Manolete, álbum inédito (XX)

Colección particular de Pepe Bejarano

Apuren la mirada al pijama que lleva Manolete. Está alojado en el Hotel Victoria de Madrid, pues en pocas horas va a matar la Corrida de la Beneficiencia. Los toros son de Carlos Núñez y compartirá cartel con el rejoneador Álvaro Domecq y los diestros Gitanillo de Triana y Luis Miguel Dominguín. Estamos, según indica el calendario, a 19 de septiembre de 1946, un jueves, para ser más exactos. La temporada ha sido extraña para el diestro de Córdoba, pues es la única tarde en la que se va a vestir de luces. La próxima será la última temporada de su vida.
No sabemos qué hace en el balcón. Suponemos que el jaleo le ha hecho asomarse con otros señores. Vemos a sus amigos Paco Cerezo, de perfil, y al odontólogo José Peláez entre otros. Ricardo, el fotógrafo, una vez más está allí, inmortalizando el momento. Pero lo importante de la imagen es la prenda que luce el diestro: el famoso pijama de seda. Todavía puede contemplarse, en el museo a su memoria en Villa del Río (Córdoba). Aunque el blanco y negro nos impide ver los colores, el pijama tiene rayas verticales azules, rojas y blancas. Es de estilo inglés y se puede ver mejor en la fotografía que nos dejó Finezas
En esa imagen Manolete se tomaba un café. Hay invitados que desaparecen del objetivo de la cámara y el mechón blanco lo vemos en toda su plenitud. Ya en la del balcón, no sabemos si es una acción anterior o posterior, parece más relajado, como si fuese un mero espectador. El mechón se le viene al frente, como el rizo improvisado de un artista. Los minutos se consumen, la plaza espera. Texto: Fernando Martínez

lunes, 6 de junio de 2011

Revolera al viento...

Manolete, álbum inédito (XIX)

Colección particular de Pepe Bejarano

Sí, ese señor que ven por los suelos después de sufrir una tremenda voltereta es Manuel Rodríguez Sánchez Manolete. Los ídolos también pasan situaciones comprometidas. Por eso mismo su imagen de mitos con vida propia se refuerza, porque de vez en cuando muestran sus debilidades al resto de los mortales. Allí, a merced del toro, metido en los vuelos del capote y sin poder atinar dónde se encuentran los pitones del toro se crean los mitos. Y si un buen día el mito muere en la plaza, ya tenemos la historia completa: la leyenda.
Un lunes 26 de abril de 1943 Manolete se ajusta el capote de paseo en el patio de cuadrillas de La Monumental de Barcelona. Las ilusiones son las mimas, al igual que las precauciones. Francisco Sebastián, el fotógrafo autor de esta instantánea, se coloca en el burladero de la prensa gráfica. Se lidian toros de Pinohermoso y le acompañan en el cartel Juanito Belmonte y Juan Mari Pérez Tabernero. Todo a pedir de boca, pero en una fracción de segundo el edificio se viene abajo. Manolete por los suelos, el capote dibuja una extraña revolera en el aire, el público con la boca abierta... Todo ha sido un susto, afortunadamente. Texto: Fernando Martínez

El autógrafo improvisado...

Manolete, álbum inédito (XVIII)

Colección particular de Pepe Bejarano

Las primeras preguntas que nos hacemos por obligación y con cierta envidia son las siguientes: ¿dónde está ese abanico hoy? ¿qué manos lo conservan? Envidiamos —añandan aquí el socorrido y manido "de forma sana"— la señorita-señora o novio-marido de la señorita-señora que ha podido acercar a Manolete el abanico para que se lo firme. No es nada fácil deambular por el callejón o, desde el tendido, hacer llegar un objeto tan profano como ése a un diestro tan serio como el cordobés.
Pero a Manolete se le ve tranquilo. Puede que sea la merienda, tradición de la plaza de toros de La Línea de la Concepción. Ya saben, dobla el tercer toro y los espectadores sacan las bandejas con las viandas de la tierra. Y como los toreros no pueden mover el bigote, pues a distraerse un poco: que si miro de reojo al tendido, charlo con la cuadrilla, con el apoderado, con los compañeros del cartel, en definitiva, matando los minutos, eternos, como sea.
Sabemos que el festejo de la La Línea, con motivo de su feria local, se celebró el viernes 13 de junio de 1947. Alternó Manolete en el cartel con Cagancho y Gitanillo de Triana. Se anunciaron toros de Carlos Núñez. Esa tarde, el diestro de Córdoba cortó tres orejas, rabo y pata. Tal vez el fotógrafo Arribas tampoco tenía la merienda a la mano, así que cazó a Manolete en tan relajada pose. Además, podemos ver a su izquierda al empresario José Serrano Segovia, que por aquellas fechas montaba los espectáculos taurinos en La Línea. ¿No tiene en su mano izquierda otro abanico? Ya sabemos quién ha metido a Manolete en el compromiso. Texto: Fernando Martínez

Viajando en primera clase...

Manolete, álbum inédito (XVII)

Colección particular de Pepe Bejarano

Pocos son los datos que conocemos de la fotografía, apenas unas pinceladas de lo que debió de ser aquel ya lejano viaje en tren. Sabemos que el jueves 30 de abril de 1942 Manolete se dirige a Jerez de la Frontera en un vagón de primera. ¿Se nota, verdad? No hace falta que se asegure, basta con echar un vistazo al marco que rodea al personaje: el asiento, la ventanilla, el agarrador de mano, etc... Y añadamos que le acompañan —suponemos que sentados enfrente— su apoderado Camará y el empresario Piédrola. ¿Quién es el autor de la fotografía? Pues uno de los de siempre, que estaba en todos los fregados, Ricardo. 
Más que el entorno en el que se inserta Manolete, nos llama la atención, la presencia del diestro. El traje es impecable, pero hay dos elementos distintivos: las gafas y los calcetines. No podemos apreciar el zapato, pero sí el traje al completo, cruzada la chaqueta, el pantalón con una vuelta en los bajos y el tono claro, por aquello de las temperaturas ya primaverales. Como hemos dicho, las gafas nos muestran un diseño tremendamente moderno, paracen actuales. Existen además muchas referencias de soldados alemanes que caminaban por las estepas rusas con modelos muy parecidos. Los calcetines son excepcionales ¿modernos?, de un calidad difícil de obsevar en muchos españoles de aquellos años. 
Ese mismo día, curiosidades de la Historia, Adolf Hitler y Benito Mussolini se encuentran en Berchtesgaden para discutir el futuro del Eje y la estrategia en el Norte de África y el Mediterráneo. Los principales objetivos son Malta y el canal de Suez. Para Manolete el principal objetivo es cortar orejas. Texto: Fernando Martínez

Las corazas del gladiador...

Manolete, álbum inédito (XVI)
Colección José Antonio Bejarano

Manolete pisa terrenos imposibles, se queda más quieto que nadie y eso trae sus consecuencias. Muchos astados le pisan, sufre lesiones musculares, le destrozan los tendones y sus uñas corren serio peligro de desaparecer. No es extraño que antes del festejo, en la soledad de la habitación, su fiel mozo de espadas le vende los tobillos y los empeines. Con fotos como ésta, siempre surge la misma pregunta: ¿quién es el osado que consigue tomar una instantánea en un lugar tan privado? Sabemos hoy que fue Ricardo el que apretó el disparador, pero conocemos más datos.
Su fiel Guillermo González aparece en un sesgado primer plano ayudando al maestro. Vemos su perfil y cómo mira a Manolete. Es un viernes primero de junio de 1945, poco falta para que empiece en Granada la primera corrida de la Feria del Corpus. En el ambiente se respira tranquilidad, hay tiempo suficiente para vestirse. La habitación es confortable, el radiador de aceite es todo un lujo, sobre él se han dejado unos pañuelos y, a la espalda de Manolete, se apilan las maletas de viaje, donde se guardan los trajes del matador. La fotografía que hoy contemplamos cobra vida, pues la maleta de piel más clara nos sorprende en nuestro presente, sigue viva con nosotros. La maleta es una pieza hoy de mi colección. Texto: Fernando Martínez

Tentando a la cordobesa...

Manolete, álbum inédito (XV)
Colección José Antonio Bejarano

Nos vamos de tienta. Las figuras tienen tiempo para todo y atienden, cuando están en lo más alto, las peticiones de cualquier aficionado o amigo. Desde la cumbre también se ve mejor el valle. Acude Manolete a una tienta en Cuevas de Artaza (Córdoba) un miércoles 10 de mayo de 1944. Es una cita organizada por la ganadera Conchita Gómez, viuda de Pintos Alfonso de Olivares, pero el diestro de Córdoba no acude solo, le acompañan los novilleros Antonio Roldán y Rivitas, además del picador Pepe Zurito. La idea es tentar doce añojos y espectáculo está asegurado para los boquiabiertos aficionados. Allí está El Monstruo, vestido de corto y con sombrero de ala ancha cordobés que quita el hipo. 
Manolete es muy amigo de la ganadera y se compromete, por tanto, a tentar con mucha frecuencia en su casa. La cita de esta imagen de Ricardo es tal vez especial, pues asiste la esposa del Gobernador Civil de Córdoba José Macián Pérez, el presidente de la Diputación Provincial de Córdoba con su esposa, Enrique Salinas; Alfonso Cruz Conde, Alfonsa y Cristina de Olivares; Manuel Aparicio Palop, administrador de la viuda de Olivares; Federico Morenas, el teniente coronel Alaminos, Roberto Osborne, Rafael Lovera, Alberto González, administrador del Duque de Alba; el ganadero José Gamero Cívico, Mariano Fernández, Joaquín Natera y Aurelio Villalón, entre otros ilustres invitados. Texto: Fernando Martínez

Mas torero imposible...

Manolete, álbum inédito (XIV)
Colección José Antonio Bejarano

Manolete se recuesta sobre las tablas con un empaque que estremece después de tantas décadas, y mira directamente al objetivo de la cámara, a nuestros ojos a través del tiempo. Más cerca de nosotros Pepín Martín Vázquez —se hace muy necesario su recuerdo en estos días— mira al frente, tal vez a la puerta de toriles o se entretiene mirando a los areneros cómo acicalan el ruedo. No se le ha movido un pelo al joven diestro, sentado sobre el estribo deja ver fugazmente la esclavina de su capote. Pero si escarbamos más en la historia de la instantánea de Ricardo, sabemos que estamos en la plaza de toros de Granada, luego suponemos que en el tiempo muerto entre el tercer y cuarto toro, por aquello de la merienda. 
En ese momento no vemos al tercero en el cartel, pero sabemos que es el mexicano Carlos Arruza, que estará en el callejón estirando o lavándose un poco. Los toros que se lidian son de Buendía. Manolete, se lo imaginan, corta dos orejas y rabo. Manual de protocolo en la imagen, pues las poses, la postura de los dos matadores son todo un compendio de torería. En el burladero que está más cerca de nosotros, hay un policía armado que sonríe junto al famoso Pajitas, el ayuda del mozo de espadas de Manolete. La tarde triunfal fue el domingo 3 de junio de 1945. Europa está destrozada, pero en España, ese rincón del continente, se sigue con las tradiciones, una de ellas es la del Corpus de Granada. Por supuesto, toros para celebrarlo. Texto: Fernando Martínez

Elegancia torera...

Manolete, álbum inédito (XIII)
Colección José Antonio Bejarano

Manolete está elegantísimo con un traje blanco cruzado que nos deja en la retina un aroma a estrella de Hollywood. Más que un torero español de los terribles años cuarenta, parece el nuevo descubrimiento de los estudios de la Universal. Lo que está al fondo no es un decorado, es su residencia en Córdoba, que compró en 1942. Había pertenecido al escritor José Ortega Munilla, padre de José Ortega y Gasset, ese filósofo que confunden con dos personas. Luego fue subastado y adquirido por la familia Cruz Conde y se cuenta que Su Majestad el Rey Alfonso XIII durmió en una de sus habitaciones.
Manolete no lo estrena como vivienda hasta 1943, cuando hace unas reformas y acondiciona el patio y la cochera. Situado en el número 10 de la calle Cervantes fue vendido, andado el tiempo, por sesenta millones de pesetas en 1998 a la empresa constructora Marín-Hillinger S. L., que gastó unos ocenta millones de pesetas en su restauración. A pesar del paso del tiempo, en lo que fue su despacho se pudieron reunir algunos óleos y carteles que quedaron en el inmueble junto al capricho del diestro: un frigorífico importado de los Estados Unidos. 
Un martes 11 de julio de 1944 posa el diestro con la mirada perdida en el horizonte. No sabemos el motivo de la instantánea, pero ha quedado para la posteridad su palacete, su rostro sereno y la sensación real de que estamos ante un triunfador tanto en los ruedos como en la vida cotidiana, y muy dura vida en la larguísima posguerra española. Pero sabemos que el 24 de mayo de ese mismo año también posó ante su flamante propiedad en una imagen que lleva pegado al papel fotográfico todo su encanto. Texto: Fernando Martínez

El deber obliga...

Manolete, álbum inédito (XII)
Colección José Antonio Bejarano

¿Presagios de la tragedia? 1944 no es una campaña afortunada en la carrera de Manolete. Desde que es matador, acude todos los años a la Feria de San Agustín de Linares. El gentío se agolpa en la puerta del hotel Cervantes —todavía abierto en nuestros días—, el coche de la cuadrilla se abre camino a duras penas; ya en la calle, se cruza con rapidez una niña llamada Anita. Es atropellada y se rompe el fémur. No ha ido más allá el atropello, pero Manolete no está tranquilo. Afortunadamente un coche que pasa casualmente por la misma calle —es época de pocos automóviles en la vía pública— se lleva a la menor al hospital de los Marqueses de Linares.
Acaba el festejo y el diestro se ducha con una idea en el pensamiento: interesarse por la niña. La sorpresa de los enfermos es mayúscula cuando ven la planta del torero paseando por los pasillos. "No ha pasado nada, menos mal...", murmulla el torero. Se le escapa llevado por la emoción del momento: "Este hospital es estupendo, entran ganas de morirse en él...". Tres años después expiraría en una de sus habitaciones. Pero antes se compromete a participar en un festival benéfico en la plaza de toros de Linares para recaudar fondos para el hospital. Un martes 26 de diciembre de 1944 hace el paseíllo con Álvaro Domecq a caballo, El Estudiante, Curro Caro y Pepín Martín Vázquez, y los toros, para variar en la época, son del hierro de Alipio Pérez Tabernero. Y para dejar constancia del momento, el objetivo fotográfico de Mari. Texto: Fernando Martínez

Desplante a un sombrero...

Manolete, álbum inédito (XI)
Colección José Antonio Bejarano

La Monumental de Barcelona es talismán para Manolete. Son muchas las tardes en las que hace el paseíllo en la ciudad Condal. Es fácil extrapolar —extrañísimo verbo— con los tiempos que nos han tocado vivir, pero las comparaciones se hacen necesarias. Cada tarde es un triunfo y la afición responde llenando los tendidos, como en la imagen de hoy. La Monumemtal es plaza de temporada y además de primera categoría, por lo que hay toros en cualquier fecha. Así un domingo 21 de marzo de 1943 se enfundó el traje de luces para hacer el paseíllo junto Pepe Bienvenida y Juan Mari Pérez Tabernero.
Se anuncian toros de Antonio Pérez de San Fernando y el resultado, hablando de Manolete, no puede ser otro que dos orejas, rabo y pata. La imagen de Valls recoge el instante del apoteosis triunfal. No sabemos si el diestro termina la vuelta al ruedo o está a punto de iniciarla. La cuadrilla se coloca a su espalda y mira a los tendidos para devolver las flores y los sombreros que lanzan al ruedo los entusiasmados aficionados. Uno de esos sombreros cae en los vuelos de su capote. Manolete se para, mira ligeramente hacia atrás, pues habrá sentido el leve impacto de una mascota. El resto del público a lo suyo, batir palmas, reir...en definitiva, a pasar uno de los días más felices de sus vidas. Texto: Fernando Martínez

Dos rivales muy amigos...

Manolete, álbum inédito (X)
Colección José Antonio Bejarano

Los empresarios taurinos Alegre y Puchades organizan en los corrales de la plaza de toros de Valencia una paella. Sabemos incluso el día del improvisado ágape, un jueves 10 de mayo de 1945, y el motivo no es otro que celebrar los triunfos obtenidos el día anterior, apunten bien: doce orejas, seis rabos y tres patas. El ganado lidiado era del hierro de Galache y en el cartel no sólo se anunciaban los protagonsitas de esta fotografía, Manolete y Arruza, sino también Parrita. Durante la tarde anterior, el toricantano Agustín Parra Parrita se doctoró en Tauromaquia y tuvo como padrino, nada menos, a Manuel Rodríguez Sánchez, ese Manolete que ya toca con la yema de los dedos el mito. Pero había más motivos. 
La prensa agitaba a los aficionados en una competencia/rivalidad en la vida privada de los diestros, con rumores de todo tipo. Posan los protagonistas al objetivo del fotógrafo Vidal, que tal vez metió el tenedor en la paella, años difíciles para el estómago. Hay de la comida al menos una imagen más, que apareció publicada en el libro Manolete por Manolete, donde el torero de Córdoba mete levemente el tenedor en el condumio. Manolete, en la instantánea que comentamos, va hecho un pincel. Arruza se queda a la zaga, no lleva corbata y el traje —no sabemos si es porque fue el primero que encontró— tiene la apariencia de sufrir muchas temporadas. En cambio, nuestro protagonista lleva una chaqueta cruzada impecable, la mano derecha hacia atrás, el pañuelo en el bolsillo izquierdo, el sello y el cigarrillo a medio consumir en la mano derecha. El abrazo de Arruza es afectuoso. Entre los diestros no hay rivalidad personal, tan sólo taurina. Por cierto, ¿de qué era la paella? Texto: Fernando Martínez

Flores para un dios...

Manolete, álbum inédito (IX)
Colección José Antonio Bejarano

Parece que la vuelta al ruedo triunfal ha terminado hace unos segundos. La cuadrilla de Manolete se retira al callejón, el diestro se queda un poco atrasado. No sabemos muy bien a quién mira, pero se le ve contento, tranquilo y, como siempre ocurre cuando hablamos de él, sereno, muy sereno. Asombra la cantidad de flores que el propio matador se ha encargado de recoger del ruedo, algo nada habitual. No se ha despeinado y en las gradas de la Monumental de Barcelona no cabe un alma. El público sigue en pie observando lo poco que acontece ya en el ruedo. Es hora de escuchar los clarines que anuncien el próximo toro. Manolete está delgado, tanto que el traje de luces le hace unos ligeros frunces en la taleguilla. 
La fotografía de Mateo aguanta las tarascadas del tiempo. Arriba, en el extremo derecho, la humedad —tal vez una quemadura— se abre camino en el papel en el que se fijó el negativo. Han pasado muchos años, casi tantos como los de su leyenda. El festejo se celebró un domingo 22 de junio de 1947. Se lidiaron toros de Fermín Bohórquez y en el cartel se anunciaron Juanito Belmonte y Rafael El Boni. Manolete, una vez más, triunfa de forma escandalosa: dos orjas y rabo. Un peón, suponemos que del matador que aguarda turno, se recuesta en un burladero, pero no deja de mirar. Es hora de volver al callejón y asearse un poco. Texto: Fernando Martínez

Reflejos de melancolía...

Manolete, álbum inédito (VIII)
Colección José Antonio Bejarano

La imagen está teñida de sombras, como si el desenfoque del encuadre hubiese afectado al drama que se puede palpar en el rostro de Manolete. El diestro tiene la cara contrariada y se refleja —de forma un tanto peculiar— en el espejo de la habitación número 220 del Hotel Victoria de Madrid. Es un miércoles 16 de julio de 1947, la última tarde del diestro en Las Ventas, la tragedia acecha. Se lidian toros de Vicente Charro y de Fermín Bohórquez y alterna en el cartel con Rafael Vega de los Reyes Gitanillo de Triana y Pepín Martín Vázquez, llorado recientemente.
El fotógrafo Cano ha entrado en los límites de la intimidad del torero: su habitación. Allí también se codean con el torero unos amigos, entre ellos, el empresario Pedro Balañá y el periodista Antonio Bellón. No sabemos a quién mira el torero, no se entiende muy bien el ángulo del espejo, es como si el diestro real fuera una aparición y, el perfil reflejado, la certeza de su persona o ¿es ya la del mito? Manolete esa tarde, corrida de la Beneficiencia, cortó dos orejas. Su segundo oponente, de Bohórquez, le prendió gravemente en la pantorrilla izquierda. Allí siguió Manolete en el ruedo manando sangre hasta estoquearlo de un sensacional volapié. Texto: Fernando Martínez

Despedida sevillana...

Manolete, álbum inédito (VII) 
Colección José Antonio Bejarano

Esta imagen de Mari tiene de especial el hecho de documetar la última corrida del hierro de Miura de Manolete en la Real Maestranza. A la II Guerra Mundial le quedan muy pocos días de combates en las ruinas de Berlín, pero en Sevilla la preocupación es encontrar una entrada para asistir al festejo programado el 20 de abril de 1945 en el que el diestro de Córdoba alterna con Pepe Bienvenida y Pepe Luis Vázquez. El resultado no puede ser más alentador para el torero: corta una oreja.
El público se amontona en la solanera. No dejaremos nunca de pensar —es un lugar común cuando se habla de Manolete— en el precio de las entradas en comparación con los ingresos de un español en los años más duros de la posguerra. ¿Cómo es posible que los cosos se llenaran hasta el mismo palo de la bandera? Observan los aficionados con atención, se ponen la mano en el arco de las cejas para ver mejor con el sol de cara y ni parpadean cuando suponemos que la faena está en su cénit.
El derechazo es marcial y, por supuesto, elegante en la ejecución. El toro sigue con obediencia el vuelo de la muleta. A Manolete se le ve seguro, deja un poco hacia atrás el brazo izquierdo, pero la línea de su cuerpo permanece inmóvil sobre el albero. Tarde luminosa y triunfal en el coso del Baratillo. El ídolo de las masas, la figura del momento, domina el antiguo Arte de Cúchares a la perfección. Texto: Fernando Martínez

Flamenco, vino y amigos...

Manolete, álbum inédito (VI)
Colección José Antonio Bejarano

¿Quién es el guapo que declina cortésmente una comida informal con Manolete? Estamos en la primavera de 1939 —añádanle cualquier adjetivo que resuma los horrores de la Guerra (in) Civil— en Córdoba, en la casa del diestro, número 45 de la plaza de la Lagunilla. Manolete, en el extremo derecho de la imagen de González e Hijos, todavía es novillero, pero tiene planta de matador: pantalón clásico, tirantes, la camisa blanca abierta, tal vez cara de cansado. ¿El calor?, ¿ha terminado ya la comida?... seguro que sí, hay una cubitera en el suelo y los platos están vacíos. El guiso ha hecho estragos.
Pero Manolete no está solo, le acompañan toda una serie de amigos y compañeros. Ahí están su primo y banderillero Rafael Saco Cantimplas, el matador de toros ya retirado Enrique Ruiz Canela y Machaquito II, entre otros. Pero destaca un señor que se sienta a la derecha de nuestro protagonista. Se llama José Tejada Martín —tal vez no les suene a nada— y responde al nombre artístico de Niño Marchena, eso sí es más sonoro. Buen cante, buena compañía de artistas y, por supuesto, buena comida en años de estragos estomacales. Y no se olviden de los rostros agradecidos de los que nos miran desde un segundo plano, esas caras anónimos que se han colado en una cita culinaria irrepetible. Texto: Fernando Martínez

La sonrisa esquiva de Manolete...

Manolete, álbum inédito (V)
Colección José Antonio Bejarano

Una rareza: Manolete sonríe. Estamos en el patio de cuadrillas de la Monumental de Barcelona. Los aficionados se apelotonan alrededor de su ídolo. El diestro soporta los achuchones de los admiradores que quieren salir en la fotografía. Nuestra mirada se posa de inmediato en la cara de Manolete, aunque no está en el centro del encuadre, y lo hacemos porque le vemos feliz, con una sonrisa difícil de apreciar en años y años de profesión. 
Tal vez le ha hecho gracia algo que está junto al fotógrafo o las palabras que le llegan al oído y que jamás podremos recomponer en un texto. El señor de la derecha, con los brazos abiertos, parece el maestro de ceremonias, pues indica la posición que deden ocupar todos antes de escuchar el clic y se le aprecia en el rostro algo de indisposición, pues no salen las cosas como a él le gustaría. Lleva un traje elegante y sus zapatos bicolores son todo un acierto. Es alguien importante.
Nuestros ojos se fijan a continuación en el resto de las caras. Jóvenes, adolescentes, mayores... hasta un policía miran con cara de idiotas al vacío, al lugar en el que ahora miramos nosotros. La instantánea de Gonsanhi no puede ser más amble en los minutos previos a la corrida. La pose de Manolete es elegante. El festejo se celebró un 31 de agosto de 1945. Los toros eran del hierro de Vicente Muriel y le acompañaba en el cartel Arruza en un competido mano a mano. Manolete volvió a triunfar, cortó dos orejas. Texto: Fernando Martínez

Viendo morir a su enemigo...

Manolete, álbum inédito (IV)
Colección José Antonio Bejarano

Decía Arnold Newman que la fotografía no es algo verdadero, es una ilusión de la realidad con la que creamos nuestro propio mundo privado. Un mundo estanco, amarillento por el paso del tiempo y que, como cada universo, contiene sus propias leyes. Eso nos pasa con imágenes como la de hoy. Manolete vive en ese mundo que plasmó la firma de Gonsanhi el domingo 14 de octubre de 1945 en la plaza de toros de Barcelona, y lo bueno es que habita allí desde entonces.
El diestro parece cansado, abatido por el fulgor de las temporadas, por el éxito, por la exigencia de los públicos... Se lidiaron toros del hierro de Galache, del encaste Urcola-Villar, y alternó en el cartel con Domingo Ortega y Carnicerito de México, que resultó gravemente herido en el festejo. En aquella tarde ya remota, pero salvada del olvido, gracias al clic de una vetusta cámara fotográfica, Manolete llegó a cortar cuatro orejas, dos rabos y una pata (no es una errata).
El traje está manchado de sangre, el mechón de pelo cano es más visible que nunca —piebaldismo, en términos médicos— y el toro ha caído a sus pies para inspirar a Benlliure. El diestro mira a su oponente, los brazos caídos, la muleta desplazada ligeramente hacia atrás y el público, esa masa de personas que se ve al fondo, ha contenido la respiración. No aplaude, mira atentamente, aguarda la muerte del astado. La pose es completa, todos los protagonistas esperan a que el fotógrafo dé el ok, y me parece que nosotros también sentados frente al ordenador. Texto: Fernando Martínez

De corto y en Sevilla...

Manolete, álbum inédito (III)
Colección José Antonio Bejarano

Se organiza en la Real Maestranza un festival homenaje al ínclito Rafael El Gallo. Evidentemente una de las figuras más destacadas del cartel es Manuel Rodríguez Sánchez, ese Manolete en los carteles que nos sigue llamando desde la distancia. El festejo comienza a las tres y media de la tarde, y la lluvia no cesa. El albero se embarra, Manolete aguanta el tipo, al menos por el momento, pues el picador espera junto a las tablas y su traje corto está como en el patio de cuadrillas.
Larga tela y el público —tal vez lo más sugerente de la fotografía de Mari— está de pie observando atentamente al diestro cordobés desde las localidades de tendido. Por delante se han lidiado dos utreros de Juan Belmonte y Concha y Sierra para los caballeros rejonedores Juan Belmonte y Álvaro Domecq. Ya en la lidia ordinaria saltan al ruedo un eral de Miura para El Gallo —han leído bien— y seis utreros de distintos hierros, a saber, Enrique Calderón, Félix Moreno, Carmen de Federico, Pablo Romero, Conde de la Corte y Marqués de Villamarta.
Pero Manolete no está solo en el cartel. También hacen el paseíllo una ristra de nombres más propio de un polvorienta tauromaquia: Manuel Jiménez Chicuelo, Domingo Ortega, Pepe Bienvenida, José Ignacio Sánchez Mejías y Pepín Martín Vázquez. Los trofeos poco suman en un festival, lo importante es el gesto. Y Manolete, para fortuna de los aficionados de todos los tiempos, tenía bastantes. Texto: Fernando Martínez

De tienta...

Manolete se anuncia en la Real Maestranza
Colección José Antonio Bejarano

Como lo oyen, después de muchos años y de superar las terribles barreras del tiempo, la muerte y el olvido —arcanos del más puro barroquismo sevillano—, el diestro de Córdoba vuelve a anunciarse en los carteles de la Real Maestranza en esta temporada de 2011, a la que le quedan dos días para comenzar. Y como seguimos preñados de Barroco, pues nada, hemos resucitado al monstruo para que nos acompañe cada tarde que se anuncien toros en el coso del Baratillo. Y  no hemos firmado un pacto con el diablo. Gracias a un álbum de fotografías inéditas de José Antonio Bejarano, uno de los mayores conocedores y coleccionistas de la figura del torero cordobés. 
Y aquí una pequeña muestra, como experiencia piloto. Manolete, en un tentadero, se prepara a conciencia en el invierno de 1945 en la finca de Atanasio. Viste con gusto, con camisa blanca y una rebeca de punto de color crudo que dejaría en paños menores —nunca mejor dicho— a los gurús de la moda actual, esos que dormitan como árbitros de la elegancia o se codean con Guardiola. El pelo, engominado, no se inmuta y el gesto de seriedad, muchos menos. Allí, en Salamanca tienta vacas, alejado del Sur, buscando la tranquilidad del campo charro. Dentro de poco hay que hacer las maletas y cavilar en las habitaciones de los hoteles. Le esperan empresarios, periodistas, ganaderos y, eso sí, muchos admiradores, demasiados. 
Así que después de los toros pueden matar dos pájaros de un tiro (mejor dar dos muletazos en uno), leer el artículo diario del Programa de Mano Oficial de la Empresa Pagés y cotillear (tan de moda) en la vida privada de un artista del que todavía se nos llena la boca de comentarios cuando nos toca, desde la distancia, Texto: Fernando Martínez

En su soledad...

Manolete, álbum inédito (II)
Colección José Antonio Bejarano

El ladrillo del patio de cuadrillas es inconfundible. Efectivamente se trata de Las Ventas de Madrid. Allí han citado a Manolete para que actúe en el festival taurino organizado, con motivo de su patrona, por el Arma de Infantería. Se lidian astados de María Matea Montalvo y alterna en el cartel con el rejoneador Duque de Pino Hermoso y, ya a pie, Pepe Bienvenida, Morenito de Talavera, Domingo Dominguín y Ángel Soria. Y la fecha, habitual de los festivales taurinos, un sábado 9 de diciembre de 1944.
Los diestros, proclives a participar en este tipo de festejos, toman los paseíllos festivaleros como entrenamiento personal, vamos estirar las telas y dejarse ver. Manolete, hombre serio, barrunta algo más. Llega a la plaza como un pincel y con la sonrisa empaquetada en su mesilla de noche. Baldomero, el autor de la instatánea, tuvo que hacerle una indicación, pues su mirada se fija en el objetivo de la cámara y hoy, milagros de la imagen fotográfica y del paso del tiempo, en nosotros.
Si el rostro es duro, como el de un negativo neorrealista, la sombra que proyecta en la pared lo es aún más. Las piernas juntas, el sombrero de ala ancha pegado al cuerpo, el pelo engominado y la mano izquierda —evidente signo de timidez— en el bolsillo del marsellés componen el resto del encuadre. No hay grandes lujos en el traje corto, es sobrio como su percha, tal vez haga un poco de frío, por eso parace acurrucarse contra la pared. Manolete parece un invitado más que la figura del momento. Texto: Fernando Martínez

En capilla...

 

Manolete, álbum inédito (I)
Colección José Antonio Bejarano

Osadía. Alguien se ha colado en la capilla de la Real Maestranza para tomar una instantánea de Manolete. Es un miércoles 19 de abril de 1944 y se anuncian en los carteles toros de Antonio Pérez de San Fernando y María Matea Montalvo, prima hermana de Antonio Pérez. El diestro de Córdoba alterna con El Estudiante y Pepe Luis Vázquez, un cartelón para la Feria de Abril. El saldo de Manolete es arrollador cuando se arrastra el último toro: ha cortado dos orejas. Santos Yubero, el fotógrafo, ha dejado para la posteridad el perfil inconfundible del artista.  
Desconocemos el grado de amistad con el torero, pero obtener imágenes así no es nada fácil. Pero añadamos a los trazos grises y negros, la soledad del rezo, de la oración apenas musitada entre las velas y las imágenes sacras. La puerta parece estar entreabierta, tal vez su cuadrilla realiza el servicio urgente de portería. Responsabilidad, miedo, obligación, ansiedad... todo ello debe pasar por su cabeza, minutos antes de que se rompa el paseíllo. Manolete es la figura del momento, hace y deshace carteles y ferias a su antojo y tiene, más que nadie, momentos de soledad como éste. Texto: Fernando Martínez

Mirada perdida...


Manolete en el patio de su palacete cordobés de la Avenida de Cervantes, un 24 de octubre de 1944. Fotografía realizada por su amigo y fotógrafo Ricardo.