Hay fotografías y fotografías. Esos pedazos de papel, que no son otra cosa que ventanas abiertas a otro mundo, presentan a veces una pátina especial, como si el barniz del paso del tiempo no hubiera hecho otra cosa que acercar la distancia del diestro a nuestros ojos. La que mostramos aquí —pertenece ya a otro siglo— es una instantánea que no nos deja indiferentes. Manolete ha vuelto de su campaña americana. Se le ve en el rostro, pues está algo desmejorado, por aquello de las horas de vuelo y del cambio horario. La afición española espera, la temporada está a punto de comenzar en la Península.
Sabemos la fecha exacta, un domingo 23 de marzo de 1947. La primera visita es obligada, doña Angustias, su madre. En la fotografía nos ofrece un gesto de satisfacción, ya está aquí, junto a ella, el niño. Ha vuelto sano y salvo. Su cara no puede ser más rotunda, nos habla de tiempos de escasez y dolor. Ricardo, el fotógrafo, como en otras ocasiones, también hace acto de presencia y nos deja para la posteridad este fragmento de vida íntima del diestro.
Pero Manolete no está solo, le acompañan familiares, que se atisban al fondo, pues el señor con gafas, que ocupa un lugar preminente es el crítico taurino, escritor, biógrafo del matador, y por supuesto amigo, José Luis de Córdoba. ¿Y la ropa del diestro? Una nueva pincelada de buen gusto y distinción. Es un batín estilo inglés de un intenso —hoy lo sabemos— color rojo. Texto: Fernando Martínez.