domingo, 26 de junio de 2011

El descanso del guerrero...

 

Manolete, álbum inédito (XXII)

Colección particular de Pepe Bejarano

¿Qué está leyendo Manolete? Sabemos hoy que era un gran lector e incluso dejó por ahí algunos textos, pues era una persona con tremenda curiosidad por la cultura. Leía libros de historia y, sobre todo, novelas, muchas novelas. Uno de sus escritores favoritos era el austríaco Stefan Sweig. Ahí le vemos tumbado en una hamaca y con los pies en alto sobre un silla de enea. Más tranquilidad para seguir las líneas de un texto es imposible conjuntar. A su izquierda la escena costumbrista, el perro que hace de guardés de la finca parace que le ha hincado un colmillo a una garrapata. Y sobre su cabeza, la imagen, eso parece, de la virgen de la Paloma.
¿Dónde se desarrolla esta imagen inédita de Manolete? Nos debemos situar en el verano de 1946, en una finca próxima a la localidad de Fuentelaencina, Guadalajara. Allí se fue a descansar junto a Lupe Sino y, de paso, se apuntaron su hermana Luchy Bronchalo y su novio, Juan Padilla. Este señor, hoy anónimo para nostros, era en la década de los cuarenta un floreciente empresario, pues poseía una importante cadena de perfumerías de la capital de España.
¿Qué hacía Manolete recluído en la finca? Juega a las cartas, al dominó, al fútbol con los niños en el pueblo, tomar chatos de vino a la sombra de una parra, ir de cacería con los vecinos, en fin, lo normal en unas vacaciones, sestear un poco. En esa finca se llevó buena parte de ese año, así como el verano de 1947. Guardaba su flamante Hispano Suiza en un corralón del farmacéutico del pueblo y amigo suyo, Adrián Ayala Plaza. Y si la calor apretaba, solía bañarse en la finca en una poza de agua clara o un manantial del río Valdefuentes.
¿Quién hizo tan bella fotografía? Pues aparece firmada por Lara, uno de los habituales. ¿Invitado de excepción? No sabemos si es, en terminolgía actual, un posado o una captura del diestro al natural. Hay un aspecto que parece invitarnos a pensar que no hay mucho espacio a la improvisación. Fíjense en la ropa que lleva el torero. Va hecho un pincel, como casi siempre. Texto: Fernando Martínez

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