Manolete, álbum inédito (VII) 
Colección José Antonio Bejarano

Esta imagen de Mari tiene de especial el hecho de documetar la última corrida del hierro de Miura de Manolete en la Real Maestranza. A la II Guerra Mundial le quedan muy pocos días de combates en las ruinas de Berlín, pero en Sevilla la preocupación es encontrar una entrada para asistir al festejo programado el 20 de abril de 1945 en el que el diestro de Córdoba alterna con Pepe Bienvenida y Pepe Luis Vázquez. El resultado no puede ser más alentador para el torero: corta una oreja.
El público se amontona en la solanera. No dejaremos nunca de pensar —es un lugar común cuando se habla de Manolete— en el precio de las entradas en comparación con los ingresos de un español en los años más duros de la posguerra. ¿Cómo es posible que los cosos se llenaran hasta el mismo palo de la bandera? Observan los aficionados con atención, se ponen la mano en el arco de las cejas para ver mejor con el sol de cara y ni parpadean cuando suponemos que la faena está en su cénit.
El derechazo es marcial y, por supuesto, elegante en la ejecución. El toro sigue con obediencia el vuelo de la muleta. A Manolete se le ve seguro, deja un poco hacia atrás el brazo izquierdo, pero la línea de su cuerpo permanece inmóvil sobre el albero. Tarde luminosa y triunfal en el coso del Baratillo. El ídolo de las masas, la figura del momento, domina el antiguo Arte de Cúchares a la perfección. Texto: Fernando Martínez