Las primeras preguntas que nos hacemos por obligación y con cierta envidia son las siguientes: ¿dónde está ese abanico hoy? ¿qué manos lo conservan? Envidiamos —añandan aquí el socorrido y manido "de forma sana"— la señorita-señora o novio-marido de la señorita-señora que ha podido acercar a Manolete el abanico para que se lo firme. No es nada fácil deambular por el callejón o, desde el tendido, hacer llegar un objeto tan profano como ése a un diestro tan serio como el cordobés.
Pero a Manolete se le ve tranquilo. Puede que sea la merienda, tradición de la plaza de toros de La Línea de la Concepción. Ya saben, dobla el tercer toro y los espectadores sacan las bandejas con las viandas de la tierra. Y como los toreros no pueden mover el bigote, pues a distraerse un poco: que si miro de reojo al tendido, charlo con la cuadrilla, con el apoderado, con los compañeros del cartel, en definitiva, matando los minutos, eternos, como sea.
Sabemos que el festejo de la La Línea, con motivo de su feria local, se celebró el viernes 13 de junio de 1947. Alternó Manolete en el cartel con Cagancho y Gitanillo de Triana. Se anunciaron toros de Carlos Núñez. Esa tarde, el diestro de Córdoba cortó tres orejas, rabo y pata. Tal vez el fotógrafo Arribas tampoco tenía la merienda a la mano, así que cazó a Manolete en tan relajada pose. Además, podemos ver a su izquierda al empresario José Serrano Segovia, que por aquellas fechas montaba los espectáculos taurinos en La Línea. ¿No tiene en su mano izquierda otro abanico? Ya sabemos quién ha metido a Manolete en el compromiso. Texto: Fernando Martínez
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