El ladrillo del patio de cuadrillas es inconfundible. Efectivamente se trata de Las Ventas de Madrid. Allí han citado a Manolete para que actúe en el festival taurino organizado, con motivo de su patrona, por el Arma de Infantería. Se lidian astados de María Matea Montalvo y alterna en el cartel con el rejoneador Duque de Pino Hermoso y, ya a pie, Pepe Bienvenida, Morenito de Talavera, Domingo Dominguín y Ángel Soria. Y la fecha, habitual de los festivales taurinos, un sábado 9 de diciembre de 1944.
Los diestros, proclives a participar en este tipo de festejos, toman los paseíllos festivaleros como entrenamiento personal, vamos estirar las telas y dejarse ver. Manolete, hombre serio, barrunta algo más. Llega a la plaza como un pincel y con la sonrisa empaquetada en su mesilla de noche. Baldomero, el autor de la instatánea, tuvo que hacerle una indicación, pues su mirada se fija en el objetivo de la cámara y hoy, milagros de la imagen fotográfica y del paso del tiempo, en nosotros.
Si el rostro es duro, como el de un negativo neorrealista, la sombra que proyecta en la pared lo es aún más. Las piernas juntas, el sombrero de ala ancha pegado al cuerpo, el pelo engominado y la mano izquierda —evidente signo de timidez— en el bolsillo del marsellés componen el resto del encuadre. No hay grandes lujos en el traje corto, es sobrio como su percha, tal vez haga un poco de frío, por eso parace acurrucarse contra la pared. Manolete parece un invitado más que la figura del momento. Texto: Fernando Martínez
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