La imagen está teñida de sombras, como si el desenfoque del encuadre hubiese afectado al drama que se puede palpar en el rostro de Manolete. El diestro tiene la cara contrariada y se refleja —de forma un tanto peculiar— en el espejo de la habitación número 220 del Hotel Victoria de Madrid. Es un miércoles 16 de julio de 1947, la última tarde del diestro en Las Ventas, la tragedia acecha. Se lidian toros de Vicente Charro y de Fermín Bohórquez y alterna en el cartel con Rafael Vega de los Reyes Gitanillo de Triana y Pepín Martín Vázquez, llorado recientemente.
El fotógrafo Cano ha entrado en los límites de la intimidad del torero: su habitación. Allí también se codean con el torero unos amigos, entre ellos, el empresario Pedro Balañá y el periodista Antonio Bellón. No sabemos a quién mira el torero, no se entiende muy bien el ángulo del espejo, es como si el diestro real fuera una aparición y, el perfil reflejado, la certeza de su persona o ¿es ya la del mito? Manolete esa tarde, corrida de la Beneficiencia, cortó dos orejas. Su segundo oponente, de Bohórquez, le prendió gravemente en la pantorrilla izquierda. Allí siguió Manolete en el ruedo manando sangre hasta estoquearlo de un sensacional volapié. Texto: Fernando Martínez
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